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Javier Blánquez, autor de Loops: “la música es un vehículo para entender lo que ocurre en tu entorno”

El periodista español, autor del monumental Loops (1 y 2), para muchos la gran biblia de la música electrónica, conversó con Grieta, sobre el pasado, presente y futuro de la industria. Con respuestas audaces y certeras ahondó en el momento que vivimos como humanidad y cómo eso afecta lo que escuchamos y escucharemos.

Sebastián Herrera

“Dioses del techno”, y los dos volúmenes de “Loops”, además de sus colaboraciones para medios como Rockdelux, Beatburguer, PlayGround o Time Out Barcelona, son algunos de los espacios donde puedes encontrar las ideas de Blánquez. Periodista, crítico musical y literario, que ha dedicado gran parte de su tiempo a investigar el mundo de la música. Sus columnas, artículos y libros, brindan luces y sombras sobre los permanentes cambios, conflictos y modos de vida que se entretejen entre el libre, hondo y turbulento océano del sonido. 

¿Es posible leer estos tiempos a través de la música?

Depende de cómo lo enfocamos, ¿si esto va a afectar a la música? En los últimos años, en el momento que se dejaron de vender copias físicas de discos, todo se movió al mundo del directo o al mundo de las redes sociales. Si bien, esto han generado mucho más tráfico, eso no se traduce necesariamente en ingreso por publicidad. Las campañas publicitarias han sufrido en este periodo, pero la industria del directo está ahora mismo desmantelada. Si hay algo en que la pandemia influenciará en la evolución futura de la música, tendrá que ver con los modelos de negocios, porque el modelo principal de este año está a la baja. Eso generará un gran daño y grandes consecuencias. Sin embargo, tampoco hay que ser alarmistas. Porque será durante un corto periodo de tiempo, han existido otros momentos donde la industria se ha detenido mucho más y con consecuencias no tan graves o, prácticamente, inexistentes. Por ejemplo, muy poca gente sabe de la huelga de grabaciones que hubo en Estados Unidos, en 1942, donde prácticamente se pararon todas las grabaciones. Ahí surgieron los conjuntos vocales, porque era una huelga de instrumentistas sindicados, pero los vocalistas, al no ser ejecutantes de un instrumento, podían grabar muchos discos. Por eso hubo muchos de ellos a capela. La huelga de ese entonces no tuvo una consecuencia importante y la de ahora creo que tampoco la tendrá, aunque algo, sin duda, se modificará. La consecuencia más evidente es la que afecta a los negocios; es el tejido el dañado y, quizás, habrá gente que saldrá fortalecida, otras debilitada, habrá gente que desaparecerá y medios de comunicación que se quedarán por el camino. Pero es muy pronto para sacar conclusiones, lo tendremos que ver más adelante. 

Más música, menos medios; en esa contradicción se mueve hoy la industria musical, ¿qué crees que está ocurriendo?

Lo que falla fundamentalmente es el público o específicamente, el interés del público. Visto en conjunto, la audiencia ha perdido interés no en la música, porque se consume muchísimo, sino en comprender la música. El primer paso cuando eres un fan de esto es tener un suministro, ya sea novedades o cosas antiguas que tengan un valor importante para ti. Ese primer paso está dado por la curiosidad, por un saber más que te empuja a fuentes que te puedan nutrir de esa información. En otras décadas podía ser la radio, la televisión cuando se emitían muchos videos musicales, las revistas, incluso los periódicos generalistas, los cuales tenían secciones o suplementos de cultura bastante activos. Sin embargo, en el momento que hay tanta música e información se crea una estructura horizontal donde el periodista, que antes tenía la exclusividad de consumir la música con antelación, ya no tiene ese privilegio. Este periodista musical se ha perdido y, con él, también la posibilidad de hacer criba o capas. Porque a pesar de que estos expertos dejaban por el camino muchas cosas valiosas, también creaban algo así como una jerarquía primera, que luego, si tu querías, podías refutar. Ahora, ¿qué ocurre cuando ha aumentado la producción, pero han desaparecido los filtros?, el público lo que hace es consumir a través de un amigo o de alguien que ha recomendado algo; desapareciendo esa curiosidad inicial; primero, porque el acceso a la música es mucho más directo y rápido y, segundo, porque en el proceso, esa necesidad de hacer preguntas, de saber más, o de ir más allá, también desapareció. Si bien no se puede generalizar, lo que ha ocurrido no es un problema de los medios, es un problema de que el público le ha dado la espalda a los expertos. Esto tiene una parte positiva, pero luego tiene otra muy negativa: en el camino se va perdiendo el juicio crítico de muchos fenómenos. La capacidad que antes tenían, distintos estamentos, para participar en la criba y de una serie de orden ha desaparecido; sin público, sin pago, sin publicidad, hace todo mucho más difícil, y hace que este tipo de medios desaparezca. En España, en el año 2000, teníamos 20 revista dedicada a la música o a la cultura en general y ahora deben quedar dos o tres. 

¿De qué forma es posible desnormativizar la escucha, singularizarla, para profundizar sobre nuevos sonidos, o ir más allá de lo que se consume masivamente?

Todo empieza por decisiones individuales. Cuando comencé a escuchar música más en serio, partí por pura curiosidad, no bastaba lo que llegaba por la vía fácil. Ahora, a través de las redes sociales, playlists de recomendados, algoritmos de Spotify, lo que te da la radio comercial, o lo que puedes encontrar por televisión, te lleva a las figuras clásicas del pop actual, algunas de las cuales a mí me gustan, son productos muy bien ejecutados, desde Ariana Grande, a Rihanna o Beyoncé y todos los nombres que quieras, pero cuando eso no basta, cuando tu curiosidad te llama por más, acabarás llegando a otros ámbitos. También, otra cosa que falla, al menos en el sistema español, es la educación. Aquí no se educa sobre música. Una de las cosas que hago es docencia, hago clases sobre historia de la música moderna, es decir, jazz, rock, pop y todo lo que no es electrónico, porque esa es otra asignatura. Tenemos grupos de alumnos que tienen entre 18 y 25 años, algunos de ellos vienen de la educación secundaria y quieren dedicarse a la producción musical o al negocio, ya sea en la parte creativa o empresarial, y no saben gran cosa. Es decir, a sus 18 o 20 años, muchos de estos chicos, la primera vez que tienen una visión completa de lo que ha sido la historia de la música electrónica y de la música popular, sobre todo del ámbito anglosajón, es con esta clase. Algunos descubren quiénes son los Beatles ahí, a otros quizás les podría haber sonado, pero no los habían escuchado. ¿Por qué no lo han hecho? primero, por falta de curiosidad, pero luego está la educación. No existe un modelo educacional que explique la amplia variedad de músicas, que sistematice y permita tomar decisiones particulares. Entonces, no queda otra cosa que buscarlo uno mismo y saber atraer a todas esas minorías que están desconectadas. 

¿De qué forma crees posible contar una narrativa a través de la música?

En el momento en que el periodismo pierde su vocación por conocer más, de ir más allá de lo actual e inmediato, la capacidad de comprender el pasado y la perspicacia de ver el presente pierde también algo fundamental, que es su carácter divulgativo. Generar una noticia y decir que Lady Gaga acaba de producir un nuevo disco. Vale, está bien, pero se queda ahí, no tiene mucho más recorrido. Luego puedes criticar su disco, aunque quizás tampoco es lo que busca el público, lo más probable es que a un fan convencido no le va a interesar tu juicio crítico al respecto. Sin embargo, sí es interesante, y quizás no todo el mundo sabe, cuál es la relación entre ella y el fenómeno Glam, cuál es la línea invisible que une a David Bowie con Lady Gaga es algo que me llama la atención. La idea es intentar cambiar el pensamiento, ver cómo la música tiene muchas más relaciones, que tienen que ver con cambios sociales, económicos, políticos, o con la historia del siglo XX. ¿Sabías que es posible entender la Guerra Fría a través del rock? eso es lo importante, es intentar pensar nuevas conexiones y, para eso, es fundamental crear nuevas herramientas, repensar los medios, ya sean en papel o digital y crear artículos más divulgativos.

¿Cuál es el tejido que has creado a partir de tu investigación de la música electrónica?, ¿a qué escenas, qué conexiones, qué nueva música o culturales has descubierto a partir de la investigación de esta escena en particular? 

Como tenía muy poco conocimiento, lo primero que me llamó la atención fue cómo sonaba, sus texturas y sonidos no los había escuchado en las canciones pop que transmitían en la radio o no los había oído con los mismos timbres, porque podías apreciar una canción de Michael Jackson o una disco de los años ochentas y evidentemente sonaban sintetizadores, pero no era lo mismo que escuchar un disco planeador alemán de los años setentas, o escuchar a Kraftwerk o cualquier otro sonido más de baile, o más duro, o más sintético. Ahí había una serie de sonidos que no estaban en el ambiente natural, que no estaban en las orquestas sinfónicas, que no estaban en el pop al que yo tenía acceso. Entonces, empecé por ahí. Lo primero que descubrí fue que había un mundo tecnológico y mi primer paso lógico fue entrar en la ciencia ficción, que ya me interesaba por otras manifestaciones culturales que trataban el tema del futuro, la tecnología, el cine de animación japonesa, etc., y que eran cosas que me interesaban desde mi preadolescencia y en mi adolescencia. La música electrónica me ha llevado a repensar la utopía y eso, poco a poco, te va llevando a otros terrenos. Lo que más me ha interesado es la relación entre pensamiento y música, o las nuevas formas de pensar el mundo a partir de la música y la tecnología. Me interesa, porque me sirve para poner en duda mis convicciones asentadas hasta ese momento. Con el tiempo te das cuenta que todo está hiperconectado, aprendes que este tipo de música no funciona apretando un botón, sino que es una de las expresiones musicales que nos permiten visitar los limites más lejanos, reflexionar sobre nuestro pensamiento, tiempo, sociedad e, incluso, entender la historia de las últimas dos décadas. 

La música electrónica, para mí, es un dispositivo que permite pensar el futuro, pero hoy está en todos lados, lo que me hace pensar que logramos alcanzarla. Si esto fuera realmente así, seríamos contemporáneos a ella, por tanto, ya no contendría esa idea de vanguardia original, ¿crees que esto está ocurriendo? ¿crees que vivimos el ocaso del género?

La primera vez que escuchabas la música electrónica, en los ochentas o noventas, antes de Internet, creías que te estaba hablando de una posibilidad que se había consumado plenamente en nuestro mundo, la cual veíamos solo a través de partes, pero que sabíamos que debíamos explorar, por lo tanto, la música electrónica sugería promesas de futuro. Pero han pasado cosas desde el año 2000 que todavía no comprendemos muy bien y que Mark Fisher lo alcanzó a captar con bastante lucidez y es que, poco a poco, el futuro ha dejado de ser un tema importante en nuestra manera de comprender el mundo. Esto por diferentes razones, primero, porque pensar el futuro hoy resulta bastante aterrador, hemos entrado en una fase histórica en la que se están resquebrajando, de forma muy acelerada, muchas de las bases en las que se sostenía lo que conocíamos y, hasta que no se materialice la realidad del futuro que tendremos que vivir, resulta todo bastante extraño. Luego, hay otra posibilidad y es que entremos en una fase histórica larga, de continua inestabilidad, que se puede prolongar durante décadas y siglos y que su resolución no veremos, ni conoceremos. Internet no es una virtualidad, sino que es un segundo plano de la realidad, estamos en un momento donde todo se acelera y es ahí donde se cancela el futuro. Nuestra sociedad también se ha acelerado, lo que ayer era noticia hoy está olvidado, ya no me acuerdo qué era noticia hace una semana, todo va a tal velocidad que se está entrando en esta relatividad eisteniana en el que el tiempo se detiene y, en el caso de la música, no hay una diferencia real entre la novedad más absoluta y un lanzamiento de hace 40 años, puesto que la novedad absoluta no es material, no vas a una tienda a comprarla, sino que te aparece en Spotify, por Youtube o la descargas. El pasado y el presente ya no establecen una jerarquía entre sí, anulando el futuro y haciéndonos pensar que su idea, primero, no es atractiva y, en segundo lugar, tampoco es operativa, porque ponerte a imaginar un futuro a seis meses vista está demostrado que es algo bastante temerario. Por eso insisto tanto en la idea de la investigación y divulgación. Gente como Fisher, Reynolds, Stubbs, Toop, Eshun, o Shapiro lo que hacen es pensar el mundo a través de la música; la música es un vehículo para entender lo que ocurre en su entorno, que les permite viajar por la literatura, filosofía, política y por todos los planos de la vida, utilizan un formato largo, en el caso de los primeros dos, incluso blogs, porque quizás ahí está todo; la mejor manera de entender el presente es hundiéndose en el fondo de las aguas.

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