Luis Felipe Saavedra: “a pesar de todo, hay valiosos profesionales que resisten y resistirán”

Critico, actor y espectador distante; el periodista y músico nos contó su visión acerca del género tratado en esta edición, junto con dignificar este oficio que tanto amamos. 

Sebastián Herrera

Músico y tecladista en bandas como Mota, The Ganjas y Los días contados; periodista, ex editor general de Súper 45 y de los programas Nación Eléctrica, de Radio Uno, y Musicofilia, de Radio Cómeme. Desde el 2000, colaborador constante en medios digitales, revistas y diarios, es una de las voces ineludibles en un paisaje austero en el género periodístico. Fue uno de los autores de “Se oía venir” de David Ponce, con un capítulo dedicado a los discursos que habitan la cultura de baile, su trabajo le permite pensar los actuales contextos en función a ritmos, estilos, posiciones históricas y políticas, de productores, músicos, colectivos y escenas. Además de llevar a cabo, junto a Juan Pablo Abalo, el curso “Escuchas panorámicas”, en el que se propone encuentros de ideas y procesos creativos, en audiciones de estilos y épocas disimiles, Luis Felipe Saavedra, nos entrega su mirada sobre el actual contexto y un posible porvenir del campo. 

¿Crees que es importante el periodismo musical?, ¿cuál es tu visión o por qué has decidido involucrarte en esto?

Cumple una función irreemplazable si se hace bien, pues descubre, conecta, contextualiza, explica, potencia y proyecta fenómenos musicales. Por muy sofisticado que sea un algoritmo, se queda corto en sus propuestas de audiciones y la subjetividad ahí sigue siendo valiosa, ya que permite discursos más imaginativos o disidentes. El streaming nos define como consumidores, pero podemos además ser partícipes y para eso hace falta información de buena calidad que complemente las escuchas y apele a nuestra realidad. La labor pedagógica del periodismo me parece fundamental, tanto como la de registro histórico, porque nos ayuda a entender la época en que vivimos y en qué condiciones se crea y se disfruta la música.  Tampoco me compro la pescada esa de que gracias a las redes sociales los artistas ya no necesitan de intermediarios para vincularse con su público, que puede que suceda, pero es pedirles demasiado a los músicos que hagan bien su trabajo y que además sean expertos en marketing, redactores de comunicados, community manager, youtubers y no sé qué otras payasadas para llamar la atención. Ahí el periodismo especializado puede colaborar en salvar de la intrascendencia a la que parece condenada casi toda la música actual. Un ecosistema musical no funciona sin la crítica y la investigación. 

¿Cuáles son tus referentes en el campo del periodismo musical? ¿qué destacas de ellos? ¿cuál es la particularidad que te ha hecho poner énfasis en su lectura?

Entre decenas, destaco a Javier Blánquez por su erudición muy actualizada, su soltura y lo contagioso de sus recomendaciones; a Simon Reynolds por su arrojo y buena puntería; a Diego Manrique por su experiencia, precisión, humor y porque me habla de asuntos fuera de mi radar. 

¿Qué es lo que te interesa a ti investigar ¿cuáles son los cruces, discursos y miradas que te mantienen haciendo este tipo de periodismo?

Me encanta la música de todo el mundo, pero creo que mi misión es hablar de lo que me rodea, porque más allá de si está al nivel de los referentes internacionales tiene un valor intrínseco y cumple una función social que me interesa comprender y, dentro de lo posible, mapear. Por gusto o por encargo he escrito sobre géneros y estilos muy variados, pero me inclino por las músicas instrumentales y la electrónica en particular, no sólo porque me gusta, sino porque es un modo de concebir, componer y escuchar en permanente evolución, además de que en nuestro país se da mucho y bien. Lamentablemente, en el medio local se habla poco de esto, supongo que, por desconocimiento, por su ínfimo impacto en el PIB o porque es más desafiante referirse a obras que no tienen letra de la cual agarrarse.  Citando al escritor Marcelo Mellado, mi máxima es evitar hablar de lo hablable.

Pensando en el actual momento, luego de un estallido y en medio de una pandemia, ¿qué lectura se puede dar a partir de la música?

Tiempo al tiempo, estamos en plena crisis y en medio de una pandemia, me parece pretencioso lanzar una tesis, aparte de que no sé si la música deba ofrecer respuestas en tiempos aciagos, con suerte consuelo. El libro Se oía venir”, editado por David Ponce, ayuda a entender el proceso social que se inició en octubre pasado y recomiendo su lectura, pero no es una respuesta a eso tampoco. 

¿Cómo ves el periodismo musical en la actualidad?

En crisis, como todo el periodismo que no sea sobre asuntos inmediatos, urgentes, espectaculares, polémicos o que se traduzcan en muchos clics. Con el colega David Ponce bromeábamos el otro día con que el periodismo musical se parece a esa estafa de la UTEM con la carrera de perito balístico de hace unos años: no hay campo laboral. La constante desaparición de las secciones de música en medios generalistas nacionales sumado al desinterés de los avisadores en apoyar revistas especializadas creo que es parte del plan de embrutecimiento en que tan exitosamente está embarcado Chile. A pesar de todo, hay valiosos profesionales que resisten y resistirán. 

¿Qué crees esencial en un medio de este tipo?

Amplitud de criterio, conocimiento, rigor en la información, cuidado en los textos, arrojo y sentido del humor.

¿Cuál es el escenario que te gustaría para el futuro de los periodistas musicales?

No quiero hacer defensas gremiales, me conformo con espacios para desarrollar nuestra labor de manera digna y con pagos justos como merece cualquier trabajador. Pero eso sólo puede suceder en otro Chile y no soy optimista sobre el futuro.

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