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RENÉ ROCO / 7 DISCOS

Sebastián Herrera

Por qué publicar, qué se publica, a qué velocidad. En tiempos de sobre producción de contenidos y donde la escena nacional, en particular, ha lanzado, semana a semana, una serie de singles, EPs, o álbumes, la pregunta no deja de ser interesante. Es por eso que dialogar con la música, sobre todo en este contexto y periodo, es una buena forma de sacar conclusiones. Bunganvilia, Audio, Copérnica, Adhio, Ryio, Soko y Colaboraciones, son las siete piezas, que en poco más de 3 horas, el músico y productor, René Roco, lanzó hace poco tiempo, bajo su propio sello, Tensa Records, en un ejercicio arriesgado, hondo y lleno de matices que permiten advertir los posibles discursos que hoy existen. 

Con la rapidez con que la música ha intentado hacer lectura de los actuales tiempos, imaginarios, problemáticas e intimidades, el trabajo artístico, la producción musical y la ejecución de esta, exige particularidad, desde Bunganvilia, álbum que abre el trabajo de Siete discos, se advierte precisamente esto: el estudio de los materiales sonoros, la contundencia de la forma, y el medio experimental que hace ingreso a la totalidad. Juego, reflexión y sensibilidad narrativa, sutilmente, construyen el diario de vida de los sonidos y narrativas posibles para entender estos tiempos.

Primero podríamos preguntarnos cuándo, luego, por qué. Si bien la producción de cada pieza responde al trabajo de años anteriores, la decisión de publicarlas hoy no deja de ser esclarecedora. Lo significativo es eso; el momento, la coyuntura en la que se presentan, su forma y modos. Algo se abre en este conjunto que también habla de un periodo, de una forma de concebir el mundo y las formas de relacionarnos con él. El volumen de esta entrega choca con la sensibilidad de sus particularidades, partiendo por el nombre del primer conjunto: Buganvilia, un disco que se envuelve en un interior mediado por la posibilidad requisada del afuera; sonidos que descansan en la belleza íntima que trepa por muros, creando tejidos luminosos que resaltan el color.

El versátil despliegue se puede advertir también en tracks como Audio, única pista del álbum del mismo nombre y que, en casi 20 minutos, hace puente entre paisajes, atmosferas, ritmos y capas que conducen al tránsito de un imaginario que crea sus propios lenguajes y formas de comunicar; dando paso a momentos impredecibles que conectan, justamente, con la extrañeza que se presenta entre los juegos de capas y ritmos.

Cuando hablamos de riesgo, hablamos no de cuestiones que atañen a lo inclasificables, sino más bien a la impredecibilidad de sus giros y diversidad de estados; Copérnica, tercera sección del total, en 7 pistas de cerca de 25 minutos, transita por viajes e intervenciones algorítmicas, break beats y juego en las velocidad, que llevan a nuevos planos y espacios, que varían desde la celeridad a momentos lánguidos que se intervienen por estructuras polirítmicas, que elaboran imágenes cinematográficas al ritmo del techno, house, gooves funk y libertades jazzeras, dándonos un amasijo de posibilidades que, en la experimentación, crean atmósferas que saltan, brinca y se distribuyen en función a ideas e imaginarios en construcción.

Adahio, parte 4 de la colección, es un nuevo puente dentro de un imaginario tras el espejo; mantos y narrativas ambientales, intervenidas por pruebas, sonidos y errores, nos llevan a territorios de IDM, en un viaje que oscila, sin prejuicio ni contemplaciones, entre el downtempo y dance.

Ejemplos en la literatura como David Foster Wallace o el cine de Fassbinder, nos permiten entender que las obras no son unidades, sino construcciones más amplias que nos llevan a identificar narrativas que en la coherencia, evolución, ironía, humor o contradicción, arman espacios biográficos que hablan de la vida autónoma que tiene cada trabajo. Ryio, quinto álbum y con casi 16 minutos de duración, que se dividen en 4 tracks, parece querer parafrasear a Whitman diciendo: esto no es un disco; quien toca esto toca a un hombre.

El actual momento permite distinguir el carácter colectivo de la música, pero al mismo tiempo cierta unidad y similitud; por eso la exigencia es crear piezas conceptuales que permitan apreciar otros planos. En Soko, álbum n°6, que en 7 pistas de 4 minutos en promedio cada una, consigue jugar aleatoriamente con el sonido, grabaciones, samples, secuencias y ejecuciones digitales, dan lo necesario para entregar singularidad y espesor al conjunto.

La última sección, titulada Colaboraciones, son una muestra de los distintos registros que cruza el trabajo: Aedo, Cerec, Kamila Govorcín, KommonFaktor, LoF, Roo, Todos me caen bien y Von Krup, vienen a cerrar un círculo y dar una mirada global de la escena, pues el gesto no es solo hacia dentro, hacia la obra y producción; sino hacia afuera, hacia el territorio y labranza.

Siete discos es un enorme esfuerzo y trabajo que solo queda contemplar en su prístina extensión, como el flujo de un río en su desbordante caudal.

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