Sebastián Herrera
El sonido como espectro; las sonoridades susurros; los espacios hablan, respiran, crean un rito, una secuencia, una arquitectura que habita, devela, mientras la imaginación construye la memoria de los muros, concreto y vacíos. Espacios Resonantes, primer álbum de los artistas sonoros, Sofía Balbontín y Mathias Klenner, recupera fragmentos de un relato roto, piezas que experimentan, en la intervención del silencio, el cotidiano hábitat del cuerpo y su acústica.
Desacatar la norma y la escucha, permitir que las resonancias creen sus propias formas, sus modos de dialogar con lo imperceptible, rescatar el azar, los ecos de lo perenne, los tránsitos del viento, o una soledad posible. Sonidos que olvidan el hábito e inventan narrativas, estructuras, intensidades, y cuerpos sin órganos que, en la multiplicidad del sonido, encuentra una pluralidad que reconstruye y , al mismo tiempo, proyecta.
Así como el poema perfecto es la hoja en blanco y su revés, es decir, la imperfección, es la letra manuscrita en la página; el sonido tiene sus propias caras y contracaras, sus propios modos de alcanzar, en la lejanía, las imágenes del ahora: el espacio agrieta el gris en frecuencias que intervienen el espacio y dan con el volumen en el ambiente; erigen imperfecciones -edificación, palabra y diálogo- en la belleza rota que piensa y reescribe al mundo.
No hay sonidos, hay estructuras, geometrías, tensión, memoria; hay imágenes, relatos, voces invisibles que sobrevuelan el territorio antes de la explosión sobre el silente bullicio del abandono. El ritmo es un espectro, la imaginación de las formas que permiten dar con la sonoridad de las posibles conexiones del mundo interior y sus espacios habitables.
El futuro son fragmentos, estalactitas en la profundidad inabordable de la imagen audible, reproducible, narrable. Aquí el registro: una pequeña memoria del espacio por olvidar.
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