Sebastián Herrera
Una estela que se cuela por el oído, una voz que ingresa a la noche, un susurro en medio de la bruma, la oscuridad adormece a la naturaleza, los sonidos aparecen, como animales nocturnos que se cuelan entre la hierba; The Time Of The Night, de los norteamericanos Soundwalk Collective, es un relato sombrío y frío, que se desliza por el interior de los sueños.
Sonidos que se observan, imágenes que se cruzan como una briza en el viento, entre las grietas de la madera, a través de voces, aullidos, aves, insectos, movimiento, hojas, o secretos depositados en el oído. Se arranca el velo, la voz se impregna en las texturas, las frecuencias se esparcen, dejan pequeños vestigios, intervenciones que, como un paraje oscuro, observan siluetas, brillos, resplandores que se mezclan en la inmensidad del color.
La posibilidad de producir imágenes, proyectar ambientes, o pequeños fragmentos de un film roto es lo que sutilmente rearticulan Stephan Crasneanscki, Simone Merli y Son of rose, quienes montan escenas que van desde la ceremonia a la magia, de la palabra al halo, del relato a los vestigios. Hay un cuerpo en la escucha y su transito construye esa piel que habita: el ambiente de una naturaleza oculta que se revela en las capas que armonizan este conjuro.
La compañía de Patti Smith y Charlotte Gainsbourg permiten escenificar el sonido, marcar los límites, resonancias, parajes, pequeños mundos posibles, fantasías orales, alucinógenas, y chamánicas que como un elixir se desangran desde un San Pedro que observa el imponente volumen de las resonancias y sus ritos.
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