
Por Ricardo Martínez
Estamos en 1848. Stephen Foster, un compositor musical no muy conocido escribe en un papel -que luego resultaría legendario- una canción del tipo minstrelde solo 17 compases y cuya duración es de unos treinta segundos. En las interpretaciones habituales tiene tres estrofas, las que, cantadas y añadida una cuarta ronda instrumental, superan apenas los dos minutos sin llegar a los tres.
“Oh, Susana”, que así se llama la canción, se convierte en la partitura más vendida de la historia hasta ese momento, superando las cien mil copias, cuando en aquella época las partituras que eran verdaderos éxitos, sólo llegaban a las cinco mil reproducciones.
Ha nacido el single.
En la época de Foster, y muchísimas décadas antes y después, registrar los hits anuales resultaba sumamente engorroso. Hay un documento notable en este sentido, un video de YouTube que rescata los hits desde 1840 hasta 2013, que se basa en un libro publicado por Varietyen 1962: Variety music cavalcade, 1620-1961: A chronology of vocal and instrumental music popular in the United States(compilado por Julius Mattfeld e impreso por Prentice-Hall). Para determinar los éxitos año a año, el libro de Mattfeld se basa en el trabajo bibliotecológico de los bibliotecarios musicales, que desde antiguo se dedicaban a curar la música que sonaba en sus tiempos, almacenando y catalogando las partituras en Occidente.
En los lustros que siguieron al “Huracán Oh, Susana”, Foster logra imponer varios singlesmás -los que lo sindican como la primera superestrella de la canción pop-, siendo el último de ellos, luego de su fallecimiento, el tema “Beautiful Dreamer”. “Beautiful Dreamer” trata básicamente de una joven que ha muerto -aunque parece estar durmiendo/soñando-, un tópico que resultará no sólo recurrente a lo largo de toda la trayectoria compositiva del estadounidense -con una serie de otros ejemplos, como “Charlotte” o “Jeanie”-, sino que se transformará en un recurso narrativo reiterado en la música pop.
Tanto es así, que en la década de los cincuentas y los inicios de los sesentas, el tópico de la muerte adolescente alcanza el estatus de un subgénero dentro de la música popular, en una tipología a la que se ha dado en llamar “Teenage Tragedy Song” y que tiene exponentes señeros en reconocidísimas melodías como “Last Kiss” (Wayne Cochran, 1961), “Teen Angel” (Mark Dinning, 1959), “Tell Laura I Love Her” (Ray Peterson, 1960), “Ebony Eyes” (The Everly Brothers, 1961), “Dead Man’s Curve” (Jan and Dean, 1964) o “Leader of the Pack” (Shangri-Las, 1964).
Muchos de estos últimos temas, que solían ser baladas, se reversionaron en Latinoamérica en la era de los “refritos”, que era un efecto de que las radioemisoras, debido a draconianas legislaciones proteccionistas país por país, no podían transmitir por las ondas de radio música en idiomas distintos del castellano y, en consecuencia, había que ingeniárselas para encontrar intérpretes que hicieran un refrito traducido de los hits anglo. Es el caso de versiones como “El último beso” por el mexicano Polo (ex integrante de Los Apson) o “Dile a Laura que la quiero” por el chileno Ray Palaviccino.
Según documentan diversas fuentes, la tendencia musical tanática de las “Teenage Tragedy Songs” -que forma un contraste con los temas amorosos-eróticos, que son los más recurrentes en las baladas tradicionalmente- se empezó a difuminar en los Estados Unidos y en consecuencia en Latinoamérica luego de la “Invasión Británica”, aunque en las Baladas Románticas Latinoamericanas logran pervivir algunos ejemplos, como algunos temas del cantautor valenciano Joan Baptista Humet: “Clara” o -de manera más tangencial- “Yo no podría vivir sin ti”.
Sin embargo, en un espacio en que la tendencia tanática del pop estalla en miles de ejemplos y fragmentos es en el catálogo de una de las bandas españolas más reconocidas y que representa el último estertor de “La Movida”: Mecano.
“Naturaleza Muerta”, “Cruz de Navajas”, “Laika”, “ Los Héroes de la Antártida”, “Aire”, “Hijo de la Luna”, compuestos la mayoría de ellas por José María Cano, pero algunas también por Ignacio Cano, abordan la muerte desde distintas perspectivas y en diversos contextos, desde las muertes heróicas hasta los homicidios y femicidios, pasando por tragedias personales y colectivas asociadas a eso que dijo apesadumbrada Georgia Miles una vez en Four Friends, la aclamada cinta de 1981 de Arthur Penn: “Estoy cansada de ser joven”.
Porque el pop, como el amor, como la juventud, oculta, como enseñaba Freud, oculta el pesado rostro de la muerte.