Sebastián Herrera
Capas que oxigenan el espacio sonoro, un movimiento que lo antecede, que envuelve el beat, para permitir una nueva espacialidad y resonancia. El músico y productor nacional, Nico Rosenberg, con el LP “Music Holds Us”, lanzado por el sello norteamericano Mysterry Circles, consigue construir y envolver el relato, recoger la historia y sus pulsiones, para armar con ellas un cuerpo que se deshoja y muestra cada capa bajo la piel.
Podría ser el relato incidental de estos tiempos, pero hay algo en las texturas que impide referenciar lo más inmediato. El álbum, busca momentos, encontrar las ideas, ahondar en ellas y desgarrar el ambiente, para dar con un espacio suspendido, que contiene estructuras, arreglos y nociones del acontecimiento que, como un Angelus Novus, torna el rostro para encontrar todo aquello que precede.
Lo que oxigena es también lo que estructura; arreglos de cuerdas que se cruzan, mezclan y tejen, para armar o simular las estancias posibles; colaboraciones como las de la productora y multi instrumentista, Lonely Boa, reconocida artista de la escena trans de Montreal, quien comparte crédito en los arreglos de la canción que da título al álbum, permitiendo evidenciar la procedencia de los matices y lenguaje entre líneas, que consigue contener cada fragmento en su totalidad.
La atmósfera se arrastra entre cada pista, al mismo tiempo que ejerce fuerza en su propio universo, un lenguaje propio para ideas también propias. Los elementos aparecen y desaparecen, forman, en sus estructuras, sonidos intangibles, una cosmología que en el sonido encuentra su relato.
Las voces aparecen como susurros, haciendo de la participación de Tara Baswaniy, interprete, letrista y co-compositora del espectáculo del Cirque du Soleil, Kooza, y el conjunto canadiense, Year of Glad, dos soportes que construyen puentes para la elocuencia del discurso, dando una estructura espiritual, que sirve de templo sonoro, dialogo directo con el espacio de grabación de gran parte del álbum: la iglesia St. Edouard.
Un disco que moviliza los estados, que permite la pura contemplación, un encierro en sí mismo, o un confinamiento celeste, como una burbuja dentro de otra, en un ambiente resguardado y concentrado en las posibilidades intraducibles del momento.
Atmósferas que ponen velo a las frecuencias, al movimiento dionisiaco, al rito pagano, pero, al mismo tiempo, ceremonial de la conversión y presencia del sonido, en un oasis en medio del imaginario en el que se encuentra el cuerpo y sus resonancias.
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