
Para nuestra edición que mira al futuro, conversamos con la músico e investigadora estadounidense Grace Leslie, quien trabaja en las fronteras de la biotecnología y la música experimental. Desde su “Brain Music Lab” en el Georgia Tech Center for Music Technology, Leslie investiga los efectos fisiológicos de los sonidos y los ritmos y cómo el “biofeedback” podría usarse para crear nuevas terapias sónicas.
Por Tania Selaive.
“Sueño con una música que sea sutil, flexible, sensible a las emociones, contemplativa y compasiva, que se encuentre con el oyente, toque su conciencia del espacio y le brinde bienestar. Creo que la tecnología y la neurociencia pueden estar al servicio de esta música al hacer que la expresión y la interacción sean más directas e inmediatas”, Grace Leslie.
La neuróloga, doctora en ciencia cognitiva, flautista y músico electrónica Grace Leslie (38), crea música a partir de las señales producidas por su propio cuerpo mientras está en el escenario, usando un equipo que monitorea la actividad eléctrica de su cerebro, los cambios en su frecuencia cardíaca y los movimientos sutiles en la conductancia de su piel. Su técnica consiste en reproducir estas señales a través de un sintetizador electrónico para generar sonidos ambientales que reflejen lo que sucede en su interior.
No es cursilería, Grace literalmente hace música desde las profundidades de su mente y su corazón. Al servicio de su particular y noble meta creativa, la también directora del “Brain Music Lab” del Centro de Tecnología Musical de Georgia Tech, ha seguido un camino de investigación que combina la ciencia necesaria para medir las respuestas emocionales que las personas tenemos a la música y la ingeniería computacional, creando interfaces humano-computador que leen y responden a los movimientos expresivos y las señales psicológicas, diseñados para influir e invitar a la expresión de emociones.
Para su investigación, Grace se basó en una técnica conocida como “biofeedback”, con la cual, mediante sensores, es posible que las personas reciban una retroalimentación inmediata de algunas de sus funciones fisiológicas, como la actividad cerebral, la respiración, la tensión muscular, el pulso sanguíneo o la temperatura corporal. Así, con algo de entrenamiento, las personas se vuelven capaces de controlar conscientemente procesos corporales.
“A través de biofeedback desarrollé un nuevo tipo de algoritmo para convertir las ondas cerebrales en música. Luego se convirtió en esta forma de aprender a manipular las ondas cerebrales para crear diferentes efectos musicales, es decir, diferentes sonidos con los que podemos tocar. Y luego se convirtió en esta forma de aprender a conectar la forma en que se siente el cuerpo y la mente, con el sonido que se está produciendo. Entonces, al igual que descubrirías un instrumento musical sentado en una mesa y aprenderías cómo adaptar tu cuerpo y tu comportamiento para poder obtener un cierto sonido de ese instrumento, desarrollé una forma de usar mi propio cerebro y cuerpo como ese instrumento y aprender a crear diferentes tipos de sonidos con él”, explica.
La investigación y arte de Grace Leslie se ven plasmadas en su performance “Vessels”, en la cual combina la improvisación de su flauta traversa, con la sonificación de datos que recibe de su propio cuerpo en tiempo real. “En esta pieza, registro señales de electroencefalograma (EEG), actividad electrodérmica (EDA) y electrocardiograma (ECG) en bruto y las uso para activar muestras de sonido grabadas con mi flauta y mi voz. Los trenes de impulsos lentos generados por mi fisiología se convierten en una serie de chasquidos de dedos que revelan este espacio virtual estático a lo largo del tiempo, mientras que los más rápidos se convierten en un dedo mojado que recorre el borde de un vaso, activando un recinto resonante virtual. Mi inclinación natural era improvisar con la flauta mientras usaba este sistema de sonificación, y rápidamente aprendí a reducir mi interpretación y a limitar cualquier expresión física manifiesta o gestos musicales groseros, ya que los artefactos musculares producidos inundarían los “vasos” con ruido no deseado. La música que surgió de esta práctica, habilitada por la electrónica interactiva, permite que la respiración lenta y los tonos largos florezcan en estructuras de sonido masivas. A través de la práctica diaria de improvisar con este sistema, he desarrollado una forma paradójica de “expresión introspectiva” que fue posible al entrenar mi cuerpo y mecanismo de percepción con biofeedback musical diseñado a medida”, cuenta.
Vessels (2016) by Grace Leslie from Grace Leslie on Vimeo.
En “Vessels”, “el material sonoro es un espacio casi estático, digital y virtual, y la narrativa musical emerge lentamente a través de un despliegue de estados cognitivos y afectivos”, explica en su página web. Que la música tiene un efecto poderoso en el ser humano a nivel emocional, es algo que todos sabemos de forma intuitiva desde que nacemos. Sin embargo, todavía hay bastantes dudas en términos científicos de por qué esto sucede, el mismo Darwin en “El Origen de las Especies”, se mostraba perplejo ante el rol de la música, asegurando que “Ni el disfrute de la música ni la capacidad para producir notas musicales son facultades que tengan la menor utilidad para el hombre (…) deben catalogarse entre las más misteriosas con las que está dotado”
Grace cree en un futuro en el que la tecnología y la ciencia nos ayudarán a descifrar ese misterio y podremos desarrollar herramientas que nos permitan afinar nuestras ondas cerebrales y los latidos de nuestros corazones al tono de piezas musicales que transmitan paz, alegría y esperanza. “Cuando alguien me pregunta cómo afino mi flauta, respondo que la afinación sucede no conmigo afinando el instrumento, sucede conmigo afinando mi cuerpo a una frecuencia o ánimo en particular”, asegura.