
En esta edición dedicada al Futuro, nos reunimos con el líder de Tsunamis, para hablar sobre los cambios, influencias y devenir de la música que, como un terremoto en el mar, arrecia, explota y se recoge en una nueva calma. A casi veinte años de iniciar esta travesía, cuando piensa hacia dónde va la música, la respuesta inmediata de Goli Gaete es “donde yo esté, ella estará”, afirma.
Por Sebastián Herrera
El futuro es un eterno retorno. Ciclos como los del agua. Manifestaciones que arrecian en cuanto aparecen. El viaje de Tsunamis, banda fundada por Goli Gaete, el 2002, representa mucho de estos elementos. Hay cierto estoicismo en esta forma de plantearse, un modo de enfrentar el mundo que vuelve una y otra vez a su origen. Una conflagración donde todo es llamas y fuego. En esa pulsión se reinventan. Entre cenizas incandescentes se restituye la escena. Tanto en lo estético, como biográfico, el grupo ha sabido de formaciones, procesos, tempestades, rupturas, cambios e ir, nuevamente, al origen. Enfrentar lo nuevo y desconocido. En medio de una nueva vida, en esa firme idea de ir a “quemar las naves”, entre medio de virus, estallidos sociales, nuevos órdenes, y volúmenes inconmensurables de información, hablamos con quien es el precursor de este proyecto, y quien ha encontrado en un próximo álbum, pronto a salir, una respuesta o reflejo de lo que podría ser el futuro. Ese espacio distante, pero al mismo tiempo cercano; una reflexión -como interpreta el líder de la banda- sobre encontrarse a uno mismo.
Su nuevo single, El Futuro, lanzado recientemente como previa a su nuevo y aún inédito trabajo, mezcla esa nostalgia por el porvenir que podría estar en el sonido melancólico de Elliott Smith y la psicodelia de T. Rex. Esta idea de lo contiguo en lo distante, el suspenso y pulsión de vida, no solo es representativo del álbum, sino del nuevo modo de vivir del mundo. Una dilación pasmada entre el desastre y la promesa. Una distopia que, de pronto, se presentó influyendo en los imaginarios que vendrán.
Chusca, agrupación del compositor, músico y artista sonoro, Sebastián Jatz, junto a Fernanda Fábrega, Bernardita Pérez, y Goli Gaete, rescataron parte de las ondas que propiciaron el estallido social y que naufragaron por el aire, como espectros de cuerpos en suspenso. Un tránsito etéreo hacia el más allá que fue necesario hacer carne. Los sonidos de su trabajo son eso: una frontera con el ocaso de la vida, una invocación o guía para quienes el suspenso llegó como atropello. La pieza titulada “Personas que encontraron la muerte, aunque sabemos que son más” (2019), fue la manifestación del sonido ante la violencia. Una respuesta a las preguntas cuándo, quién y cómo, teniendo como resultado un listado de sujetos que fallecieron desde el 18 de octubre, en medio de las protestas y exigencias de dignidad. La lectura se intercaló con tres crescendos sucesivos de platillos y un bombo que golpeaba de manera continua al ritmo del kultrún. ¿Cuánto de lo que hoy se busca se encuentra en este sonido?
Las exploraciones de Goli pueden ir desde ese sonido sacro, pasando por la psicodelia, el folk, el rock y el pop. El lenguaje es amplio, porque la búsqueda también parece ser extensa: “Tsunamis parte inicialmente como una inquietud, a propósito de dos bandas que tuve: Superser y Lagarage, que llevé adelante con la pintora y artista Elvira López, y que tenía una onda más punk rock-sónica”, cuenta Gaete. Los proyectos deambularon por una escena que aún no veía explotar el sonido del revival del rock independiente de los setenta, pero aglutinaba en ellos ciertos rasgos que provenían de una estética influenciada, en gran medida, por la música experimental y el post rock.
“De pronto, se acaba Lagarage y Superser y decido retirarme de la universidad, en tercer año de composición. Creo que todo esto ocurrió en medio de un ímpetu por romper con lo que venía haciendo y con la clara certeza de que quería hacer rock, canciones, algo más ligado a la música popular. Entonces, agarré mi guitarra, inventé una afinación y el sonido que conseguí fue lo que considero un proto Tsunamis. Ese es el inicio. Eso es junio del 2002”, relata recordando el origen, el comienzo del recorrido circular que ha enfrentado con la música, como si fuera una ola que se asoma, revienta y, luego, se recoge.
En octubre del mismo año, Tsunamis tuvo su primera tocata. Fue en la Trova, en el contexto del ciclo “Jet kun do attak el top”, que llevó adelante Marcelo Buscaglia y, en el que semanas antes, había hecho su debut The Ganjas, “cuando terminaron el show, recuerdo que desde el escenario tiraron decenas de pitos al público. Fue muy buena esa movida, se notaba que había un germen de algo nuevo, una escena que comenzaba a nacer. En esa época tocábamos Pancho (Francisco Fernández), en la guitarra, y Ale Gatta, en la batería, además de un trío acústico que lo componían Catalina Menares, en el clarinete; Elisa Reyes, en el cello; y Jasmín Baeza, en la viola. Era algo bien raro, que incluyó hasta folk, como Donovan, Nick Drake y leonard Cohen. En esa época nos llamábamos Goli y los Tsunamis. Aunque esa fue la primera y única vez que tocamos con esa alineación”, revela.
Una semana más tarde se reunieron en la misma sala de ensayo de Mota. En ese ensayo, no estuvo el trío cello, viola y clarinete, pero se sumó Bernardita Martínez, bajista de Guiso. Esa agrupación se mantuvo por lo menos un año y medio, hasta la mitad del 2003. Luego de eso, Bernardita se retiró por sus compromisos con Guiso y Cadenasso, pero llegó en su reemplazo el ex miembro fundador de Solar, José Domínguez: “creo que ahí surge realmente Tsunamis, tanto en nombre como conceptualmente, porque éramos más banda. La dinámica que se armó fue llevar material, trabajarlo en conjunto y el resto surgía a partir de jams”.
Tres discos fue el resultado de esta formación: “Tsunamis” (2004), Espíritu (2005) y “Corre el río” (2006). Antes de lanzar este último trabajo, hubo una pausa. Tiempo en el que Goli se fue a Valparaíso. La quinta región se transformó en su residencia durante un periodo largo de seis años. Ahí, siempre frente al mar, ante la inquietud y silencio, su respuesta fue lanzar en solitario “Demo Sverde” (2007) y el single “Pus Buzz” (2008). El 2009, hay dos eventos importantes, uno de ellos es la filmación del documental Temporary Valparaíso, dirigido por Vincent Moon, quien fue el creador de Blogotheque. Ese mismo año, aprovechando la primera visita de Sonic Youth a Chile, armaron un show performativo junto a Lee Renaldo y Steve Shelley.
El 2011 Tsunamis se vuelve a reunir y ese mismo año lanzan “Crac!”. Este disco junto a “Exilia”, publicado al año siguiente, son dos trabajos fundamentales: “ambos están unidos por la experiencia de la separación y de dejar Valparaíso. Tiempo después, el 2014, cuando estábamos en proceso de reeditar nuestro disco debut en vinilo, que cumplía 10 años, se fue el José. Ahí creo que se acabó un ciclo y comenzó una nueva etapa, o un nuevo cambio. Primero comienza la alianza y trabajo con BYM Records y, luego, entró el Ale Gómez, que venía de liderar Solar y Alamedas, y con él sacamos Trans Express Sudamericane (2017)”. Sin embargo, al salir el disco se va Gómez.
La frase “quemar las naves” se le adosó a Alejandro Magno, cerca del III Antes de Cristo. A raíz de una maniobra militar que realizó en la costa Fenicia. Al ver que los enemigos lo triplicaban en número, les dijo a sus hombres: “Observad cómo se queman los barcos. Esa es la única razón por la que debemos vencer, ya que, si no ganamos, no podremos volver a nuestros hogares. (…) solo hay un camino de vuelta y es por el mar”. La escena, tiene mucho de la historia de Tsunamis. A poco del lanzamiento, un nuevo combate. “Se queman las naves”. Un nuevo giro dentro de la explosión oceánica en la que se transformó la banda: “En la gira de Trans Express Sudamericane entró Eduardo Agrela, quien fue el líder de los Gatos Negros, y quien reemplazó a Gómez. Luego de eso me voy a la India. Recuerdo que le dije a Pancho que, al menos yo, siempre seguiría tocando y que, mientras estuviéramos juntos, a pesar de la distancia, iba a continuar el grupo. Asi que tocó volver a comenzar. Mientras estuve fuera, con el Pancho llamamos a amigos y armamos de nuevo el grupo”, cuenta Goli.
Sebastián Arce, en batería; Sebastián Huidobro, en saxo tenor y alto; Tan Vargas, en lapsteel y guitarras; Cristóbal Rawlins (Raw C), en piano y sintetizadores; y Pato Larraín, en bajo, es la formación que acompaña hoy a Gaete y Fernández. “Desde el 2018 hasta ahora asumí esta nueva forma, no solo de la banda, sino de cómo también yo me enfrento a ella. A través del tiempo comencé a ser capaz de ver el trabajo, discursos, palabras, procesos y todo lo que he vivido en Tsunamis. Tuve la imagen de que la banda es un barca ‘pirata’ y yo soy su capitán. En resumen, se volvió al principio. Pasamos por muchos ciclos. Y, lo más importante, logramos sobrevivir. En 10 años, somos de los pocos grupos de nuestra generación que seguimos trabajando y produciendo”, explica y agrega: “siempre he tenido mucho respeto a las canciones. Lo premonitorio que puede tener éstas, un gesto poético o artístico”.
Esta idea profética hace alusión al segundo track del disco “Crac!”, titulado “Eterno retorno”. Eso es lo premonitorio que explica Gaete. De ahí la advertencia. Una metáfora sobre la propia vida de Tsunamis. Algo similar a lo que escribió el autor Ya’qubi, en el siglo IX: “Quien quiera ir a China debe cruzar siete mares”; una expresión que hace referencia a la travesía que se debe realizar para atravesar un conjunto de mares de Eufrasia. Un símbolo del viaje. El camino que se debe emprender para el autoconocimiento. Parte mito y realidad, la idea es dar cuenta de la marcha propia de la banda, el paso cíclico, esa aura cósmica y mágica que lo envuelve: “vamos a sacar un séptimo disco, que en rigor es un septeno, un ciclo, algo también místico, porque no solo es el séptimo trabajo, sino que somos también siete músicos en la banda y el disco se llamará “Siete mares”. Una especie de viaje personal y vital, que busca que se refleje esa sensación de irse lejos, recorrer el mundo y el universo”.
Ese otro océano abisal, que se encuentra sobre nosotros, guarda más de un misterio. El espacio y su oleaje inconmensurable abre incógnitas y nuevas rutas. En marzo de este año un equipo de astrónomos detectó las emisiones energéticas jamás detectadas en el universo, mayores incluso que las explosiones de rayos gamma. Emanan de los cuásares y atraviesan el espacio interestelar como auténticos tsunamis -como anunció The Astrophysical Journal-, causando estragos en las galaxias en las que habitan. Dos meses antes al hallazgo, la bandahabía lanzado “Camisa de estrellas”, track que abrirá el nuevo trabajo y que fue presentado, posteriormente, con un video que se estrenó en mayo. El paralelo no es azaroso. Las coincidencias en el título de la canción y el descubrimiento científico se confirman con el segundo sencillo del grupo: “El futuro”. La emotividad de la letra responde, sin quererlo, a la melancólica aproximación de la revelación espacial: las galaxias que sufren estos tsunamis dejan de formar nuevos soles. Una especie de ocaso. Fin. O, también, la posibilidad de iniciar algo nuevo. Por ejemplo, un álbum.
Un capitán pirata en medio de barcos en llamas, que cruzan el océano ondeante y cósmico. Algo así es la biografía de la banda. Una mezcla entre la determinación de la filosofía estoica y una ponderación mística de la vida. Obsesiones que van desde el rito pagano a la cosmovisión religiosa de quien lidera la banda. Símbolos. Numerología. Mitología. Elementos que brotan entre marejadas de ideas que vuelven una y otra vez, en una repetición infinita e inalcanzable. Un ciclo de nacimiento, vida, muerte y encarnación.
El nuevo trabajo será lanzado con un tercer single y video para el mismo. “Lo curioso de todo esto, es que entre medio sacamos la reedición de “In flames”, 15 años, que fue otra vuelta, otro ciclo que cumplimos”, añade Goli, entre premoniciones y relaciones con el porvenir. El disco tendrá muchos elementos que fueron extraídos del viaje de Gaete a la India, sumado a otra importante travesía, “no solo mi última estancia fuera de Chile está reflejada en este álbum, sino también otro viaje, que fue igual de importante para mí: El Valle Sagrado de los Incas. Fui con mi hija hace un tiempo atrás. Uno ambos desplazamientos, porque es lo más lejos de occidente que he estado culturalmente y eso me llamó mucho la atención. Me hizo preguntarme por qué algo que está tan cerca puede estar tan lejos y ser tan distinto”.
Ubicado entre Písac y Ollantaytambo, próximo al río Vilcanota, y con acceso directo desde el Cusco, el Valle Sagrado contiene sonidos que se tiñen de historia, restos, mestizaje, ceremonia, rito y festejo. Fueron estos los elementos que se incorporarán al nuevo trabajo de Tsunamis, “musicalmente creo que el disco tiene también algo de eso. Está influenciado por la música hindú, y la profunda cultura de los sonidos andinos. Cuando fui, grabé mucho material ambiental. De esas grabaciones, hay canciones que directamente son registros de abuelos que estaban ahí y las transformé, como si fueran regalos”.
“India fue muy determinante también. Tiene que ver con el rollo humano, la diversidad, la magia y, al mismo tiempo, la disimilitud, ese extraño proceso que nos permitía conectar con dos palabras con un sujeto al otro lado del océano”, cuenta Gaete, “las primeras dos semanas me iba a los muelles, en el Ganges. Veía cómo quemaban a los muertos y cómo los vivos quemaban hachís, mientras otros tomaban té chai. Los perros aparecían con patas de otros animales en el hocico. Todo era muy raro. Realmente impactante. Pero después de dos semanas me liberé y todo comenzó a estar en su lugar”.
Luego de eso, el retorno. El ciclo que abrió un nuevo viaje. El estallido, una pandemia y un futuro que tiene su distopía hoy, aquí, en este mismo instante: “cuando volví fue muy loco, porque llegué un domingo, el lunes nos juntamos a ensayar con la banda, el martes nos tocó grabar un documental para Vice, y en esa vorágine estaba, pero cuando entré al metro, entendí lo diametralmente opuesto que es todo. La velocidad con la que se vive. Lo autómatas que nos volvemos. Lo aislados y poco conectados. Solo mirar el metro y la forma en que nos encontrábamos ahí, me hizo entender que algo iba a pasar, porque no podía seguir así de mal todo”, reflexiona.
“Nunca pretendí que el viaje se convirtiera en música hindú. De hecho, lo que más llegó fueron canciones, no ragas”, cuenta Goli, para dar cuenta de este nuevo álbum, que viene a confirmar las búsquedas que por años lo han acompañado. Desde The Stooges a The Doors, pasando por Violeta Parra, el trabajo de Tsunamis ha insistido en esas zonas más etéreas y psicodélicas, pero al mismo tiempo crudas y punk, como lo hizo en los inicios, con “Mi Corazón tú Taj Mahal”, tema que abrió su primer álbum. Una canción de ocho minutos que rindió tributo a los músicos minimalistas, estilo Steve Reich, y a las sonoridades de My Bloody Valentine. Sonidos que se niegan a extinguir, a perecer, hundirse y que se sostienen como sabios capitanes de alta mar. “En el fondo, todo este tiempo, hasta ahora, creo que he ido despertando, dándome cuenta de que soy yo quien debe dirigir este barco. Cuando pienso donde debe ir la música, la respuesta inmediata es que la música va conmigo, donde yo esté, ella estará”, concluye, entre los sietes mares de este Chile que se extingue y cambia, en un nuevo renacer.