Sebastián Herrera
El live coding es crear música a través de códigos. Una combinación entre arte y programación o tal vez y más acertado sea definirlo como el arte de la programación. Si existe una forma en que la música pueda dar cuenta de nuestros tiempos es precisamente a través de este método en que el ejercicio, práctica, creación y modificación de algoritmos, en tiempo real, trae nuevamente cierta gimnasia del inconsciente, un saber olvidado que se recobra, así como el surrealismo recuperó un saber recóndito de algún lugar de la mente. El compositor nacional, Alejandro Albornoz es uno de los pioneros en publicar un disco de esta manera. Patrones y lenguaje digital al servicio del sonido, “from scratch”, es el álbum que bajo el seudónimo de co(n)de Zero, y a través del netlabel nacional, Pueblo Nuevo, nos introduce en la sutiliza del beat y la búsqueda de la innovación y nuevos lenguajes.
Tal vez los más próximo a una partitura hoy sea el código. Un lenguaje cifrado en el que se contiene comandos que erigen sonidos, secuencias, ritmos, melodías y, básicamente, todo lo imaginable dentro del espectro audible. Programadores / compositores / artistas exploran musicalmente, a través de una herramienta transversal para todo el mundo: el computador. Podríamos reducirnos simplemente a este aspecto, pero en el live coding existe algo más, una ética más profunda, que implica experimentación y una filosofía en torno al software libre y el movimiento del código abierto. En tiempos en que la digitalización encuentra desarrollo y eco en cada ámbito de nuestras vidas, la música hoy también ha comenzado su propia recodificación. Sobre todo, en campos artístico-digitales donde las performances incluyen espacios de comunicación, mezcla y replanteamiento de paradigmas que, por medio de la manipulación y creación de algoritmos, buscan generar nuevas maneras de creación.
Teniendo como cuna Inglaterra, este género tiene su origen en la música electroacústica hace casi dos décadas. Casi el mismo tiempo que Albornoz lleva desarrollándose en la música. Desde el 2004 involucrado en la electroacústica y desde el 2015 investigando el live coding, “co(n)de Zero” es una especie de tesis del sonido electrónico, sus posibilidades intangibles y contraculturales, donde el minimalismo viene dado en la reducción de elementos con los que se crean sonidos; piezas que pueden ir del techno, al post techno y la música experimental o hacia donde la imaginación quiera dirigir las ideas.
En el caso de “from scratch”, en poco más de 38 minutos, entramos en un universo donde el menos es más de la composición nos conduce por espacios industriales, una arquitectura que se arma en bloques y que jamás pierde su noción de unidad. Tracks como “A chilean at the moor” contiene universos sonoros donde el lenguaje digital propone múltiples disfraces, fracciones, patrones, cortes e interferencias. Como toda ciencia, en este disco los errores se convierten en aciertos, vestigios del alma humana que adosa carne al artificio. Intensidad, textura, clímax y concilio. Un paisaje de aves, árboles y movimientos creados por la omnipresencia digital. “Ta Sheffield!” resuena a eso. A una atmósfera presta al baile, a la sincronía del cuerpo con su experiencia, la memoria que se transforma en patrón y la reiteración en ritmo e hipnosis.
Romper los códigos impuestos por la misma música, para que el cuerpo se pregunte las nuevas formas del movimiento, su cadencia ante la arritmia y el riesgo de profundizar en la inmaterialidad de las frecuencias, ruidos y glitches, como elementos que se adosan a un paisaje intermitente. Ahí su respuesta: el ritmo que pende entre la luz y sombra. “v1-pt”, tercer track del álbum, nos hace cuestionarnos si la suspensión muestra o esconde. La respuesta está al centro, en las opalescencias del sonido. Colores cósmicos, lejos de cualquier binarismo, donde la música aparece como una entidad sin género, reproducida a través de prótesis que buscan su respuesta en la experimentación y la erradicación de cualquier tipo de dualidad. “International girl” es la conformación de la expresión humana contemporánea, un sujeto humano-máquina, que no necesita de distinciones, que destruye el oasis neoliberal al ritmo del hacking, como ocurre en “sc-tic-18”, donde hallamos una banda sonora para el derrumbamiento de un adentro en claustro, que da paso a un mundo abierto, ambiente y filosofía open surce, transparencia y creación de una nueva comunidad.
El mundo digital puede pasar también por ambientes tenues, como los de “Grey sky”, el ritmo que permite el curso de un tiempo distópico, de colores opacos y capas envolventes o de colores múltiples, como un círculo virtuoso y cromático. Como en “Summer solstice”, que nos devuelve a la pista, al beat y el sonido que se estructura entre secuencias y repeticiones, entre bloques e interferencias que terminan por cimentar el cuerpo metálico de este álbum
“from scratch” es una verdadera joya que nos permite introducirnos en el mundo algorítmico de uno de los pioneros del género en nuestro país y, de paso, nos demuestra que la música electrónica confirma su visión futurista, donde las comunidades, programas y sonidos abiertos están por sobre estructuras, individuos y frecuencias cerradas.
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