Sebastián Herrera
Un jardín marino, flores y plantas que pronuncian un sonido mientras se enraízan, buscan su hábitat, la musicalidad que se asienta en el curso, en ese trayecto que implica dar con una atmósfera posible. En Invernadero, álbum lanzado por Juan Pablo Abalo y Juan Carlos Eyzaguirre, a través del sello 11:11, se encuentra un tejido acuático, un movimiento imperceptible, una construcción que busca la posibilidad de proteger y subsistir dentro de la fragilidad de estos tiempos.
Diseñado, sonoramente, en conjunto con el productor alemán, Uwe Schmidt (ATOM TM), el disco crea una zona abisal similar a un espacio luminiscente. Ambientes y sonidos cruzan la síntesis y organicidad del tiempo, abren a través de frecuencias que enraízan y proyectan, buscan, en lo profundo, lo inabarcable. Las texturas se amplían entre límites, crean zonas dispuesta a la escucha, mientras que parajes envolventes tejen delgados colores de diversas intensidades y matices.
El álbum abre con Pulverización, una pieza que, primero, sitúa y, luego, presiente y guía. El piano es la cuerda de Ariadna que se sumerge en un laberinto acuático, mientras la superficie da señas de ciertos espectros, una geografía llena de texturas delicadas que invitan al tránsito y desconcierto. Asombro que, en Dos Reinos, buscan que la idea del extravío se convierta en un sutil ensueño de imágenes hondas, llenas de capas y frecuencias, que guían hacia a un paisaje colmado de colores tenues y envolventes. La dualidad es esa: la profundidad de la percepción sonora y los límites sensitivos del relieve.
La opacidad, delgadez y elasticidad del sonido consigue cubrir el espacio, constituir un puente entre la superficie y la gravedad. Éter, tercer track del álbum, es la traducción del movimiento energético, la vitalidad de la imagen que se expande conforme al encuentro de su exploración trascendente: estímulos, luminiscencias, temperaturas y contundencias; una atmósfera sonora que encuentra un paraje oculto, Un mundo Secreto –nombre del cuarto track- que se convierte en una suerte de tiempo en suspenso, de horizonte dentro de la profundidad de la composición, que haya en la voz sintetizada, la posibilidad de dar un curso otro, al sinuoso recorrido del álbum.
El relato como rumbo, como un invernadero acuático que encuentra en la profundidad su paisaje, una composición vital que contiene diferentes temperaturas que permiten, al mismo tiempo, la diversidad de sonidos que, como peces, deambulan, se cruzan y reúnen en la profundidad: 7.500 Metros, quinta pieza del disco y lugar donde habita un mundo submarino que encuentra especies bioluminiscentes, ritmos que, como cardúmenes, se desplazan entregando, en lo múltiple y diverso, unicidad y diferencia.
Dimensiones de un subespacio es el cierre para este viaje en el que convergen y colisionan las búsquedas. Una pieza llena de tensiones, compresiones y rozamiento entre los sonidos, que erigen un pequeño hábitat para que lo múltiple y abundante se hospede en lo sutil y delicado.
Invernadero, de Juan Pablo Abalo y Juan Carlos Eyzaguirre, es un álbum que describe, en su complejidad, la fragilidad del sonido, sus posibles quiebres y las múltiples formas de encontrar un hábitat que contenga el sutil y plural tránsito de la música.
Escucha Invernadero aquí: